Después del saludo de rigor y las presentaciones respectivas para cumplir con el protocolo de apertura del semestre y del poco tiempo con el que contamos simplemente para responder la pregunta si es posible una teoría bolivariana de la historia debemos comenzar por pensar en lo que entendemos por Teoría, y si la reflexión que les ofrecemos en el enlace resaltado en el presente texto puede ser leída y discutida en la primera reunión formal del semestre.
En el supuesto caso que todos están exentos de dudas comenzamos con el relato relativo a la genealogía de la idea que consistió en crear un marco histórico para darle sentido al marco teórico que proponía el Instituto de Altos Estudios Diplomáticos "Pedro Gual", para el trabajo para optar al grado de Magister Sciencitorum en Relaciones Exteriores durante el año de 1999, fecha cuando redactaba la tesis mientras esperaba la dilatoria del consejo académico para aprobar el
anteproyecto:
El programa de estudios dedicado a la Teoría de las Relaciones Internacionales contemplaba el estudio de las relaciones internacionales visto desde la perspectiva teórica que contemplaba una serie de alternativas, como la del Realismo Político de Hans Morgestau (1904 1980) que lo obsequiaban, en inglés o español, en las oficinas del centro cultural estadounidense identificado como Centro Venezolano Americano, y otras alternativas teóricas que más que eso eran marcos ideológicos donde estaban formando diplomáticos para los fines de una política exterior que obedecía al modelo hegemónico de la Guerra Fría.
La Academia estaba tan trasnochada que observaban la caída del muro de Berlín como una crisis de paradigmas. Al contrario de la asamblea de estudiantes conformada al día siguiente de la caída del Muro: La conclusión más visible era que se derrumbaba el modo de producción industrial, que el socialismo utópico ya no era el de los Incas y el de las culturas preamericanas que ellos habían sintetizado, sino el modelo Stalinista que había predominado en la Unión Soviética. Se ponía en evidencia que era utópico para nosotros que arrastrábamos una tradición histórica ligada a la resistencia a la cultura colonial imperante, donde en la Guerra Fría no éramos más que una apéndice de esos poderes mundiales, sobre todo por la forma atomizada como se enfrentaba nuestra América ante el balance de poderes hegemónicos mundiales de ese mundo bipolar que comenzaba a derrumbarse.
Para la teoría de las Relaciones Internacionales parecía que el mundo comenzaba con el final de las Guerras Mundiales, pero para los historiadores, sabían que antes de la preponderancia de la llamada cultura occidental volvía a mostrar un teatro de operaciones similar al momento cuando avanzaban los turcos otomanos hacia las costas de Lepanto.
Para los cultores de la Teoría de las Relaciones Internacionales, el Fin de la Historia de Francis Fukuyama era uno de los más preciados haciéndole compañía al otro escritor que nos estaba preparando para las nuevas guerras que vendrían. Me refiero a Samuel Huntington. Tremendos disparates desde la perspectiva de cualquier estudiante de historia de aquellos días.
Ubiquémonos en aquellos tiempos, cuando lo que hoy identificamos como Europa era todavía la periferia del mundo.
En Irán se producía la primera revolución anti colonialista que no se fundamentaba en los preceptos de la Ilustración.
Allí comenzó también a surgir una cadena de pesimismos, provenientes de los sepultureros de Marx. El Séptimo Día, suplemento dominical del diario El Nacional de Caracas publicó en su primera plana una caricatura de Carlos Marx con un epígrafe que decía" Proletarios del Mundo: olvídenlo"
Lo que se dejaba ver entre la nueva cortina de humo que causó el derrumbe era que después de semejante espectáculo, la liberación de los pueblos de nuestra América no podía ser atribuida a intereses hegemónicos soviéticos.
Retomando el hilo de la necesidad de conformar un marco teórico que fuera operativo para el problema que la Administración Pública de aquel entonces identificaba como "problema indígena" surgían varias dificultades.
La primera dificultad estaba visualizada en la concepción de la historia que manejaba el Consejo Académico que habría de evaluar el trabajo era distinta a la que el tesista tenía en mente. El Régimen Burocrático al que todos pertenecíamos concebía la historia como una serie de hechos yuxtapuestos, donde la referencia histórica era una necesidad más formal que conceptual.
El hecho de haber trabajado en la organización de los archivos del Ministerio y de haber organizado más de un millar de documentos y haber seleccionado cerca de un centenar de expedientes relativos al tema "Indigenista" me habían permitido tener una apreciación de continuidad histórica, que me permitía apreciar que el tan pregonado encuentro entre dos mundos que terminaba se continuaría conmemorando como Quinto Centenario no había tenido lugar.
Desde hace cinco siglos de evolución del Régimen Burocrático, comenzando por presidido por la Reina Isabel hasta el presidente Caldera, al menos desde el punto de vista cultural o espiritual, jamás se habían encontrado. Tanto el Régimen Burocrático como la Indianidad permanecían cada uno en su propio mundo.
Los documentos sintetizaban una relación de dominio como elemento común en todas las políticas públicas. La ideología de dominación se colaba en cada realización de las decisiones tomadas. Lo ideal sería diseñar políticas indigenistas desde la perspectiva de quien las padecía.
El tesista vislumbraba la concepción de la cultura dominante, el símbolo resumía y ampliaba el sentido de cada principio representado en la forma ideográfica que mejor se acomoda a la visión preamericana de la historia.
La cosmovisión de los mundos era diferente, entonces procedimos a representar ideográficamente la concepción del criollo. Guardaba en mi memoria la cosmovisión resumida en la obra de José Manuel Briceño Guerrero, pero además de que no recordaba su nombre, el texto del discurso mantuano estaba extraviado entre mis libros desde hacía mucho tiempo. Eso no detuvo la construcción del mapa mental que inspiraba la obra de Briceño para llevar esa cosmovisión al punto de vista aborigen y trasladarlo a una matriz epistemológica.
La concepción empírica de los llamados aborígenes del Nuevo Mundo concibe la historia en una sola dimensión temporal. El pasado mítico y los recuerdos familiares van mezclados en el relato de la cacería de la última semana como un solo hecho histórico.
La cultura colonialista comienza su historia con la llegada de Colón. Antes "no existía historia, porque no había escritura" según esta visualización, "lo bueno es lo civilizado, lo malo la barbarie" a la cual si no se le borra, la cuenta nueva la minimiza al extremo de que la opaca.
¿Cuál será el punto de convergencia para iniciar la Historia?
¿Cuál Historia?
Será la historia de la relación de dominio que se establece en el momento primordial.
El primer acto de dominación consiste en apropiarse del territorio cambiándole el nombre. Esa porción de tierra rodeada de las aguas de El Caribe que los Tainos llamaban Quisqueya y otras étnias con un sonido parecido a Haití, sería "bautizada" como La Española, y la Guanahani San Salvador.
Así comienza el proceso de implantación de la sociedad colonial a Nuestra América. La historia es la misma. Lo que varía es la forma como la explicamos. En este caso dentro de una dialéctica de dominación resistencia liberación.
Hemos llegado al momento de la expansión geográfica de la cultura europea. Los principios de su cosmovisión se proyectan hacia nuestra América. Se ponen en manifiesto los vectores de la fuerza de dominio colonial. Queda establecida la punta de playa, los dos primeros vectores se manifiestan en la toma de posesión jurídica en nombre de la Corona, inaugurada la represencación del Régimen Burocrático, del Principio Imperial. Se proyecta el primer vector de la fuerza de dominio colonial.
El segundo vector es más tangible: construyen el fuerte de la natividad, se instala la institución del Principio Señorial. Al regreso de Colón se da cuenta de que se había iniciado la reacción de resistencia liberadora contra ese Principio Señorial.
Llegaron con más hombres, mejores armas y los caballos. Construyeron la Iglesia, la plaza, los sistemas de riego. El Principio Cristiano queda instaurado institucionalmente. La Española se reconoce con el nombre de Santo Domingo.
Para 1535 complementarían la institucionalización del principio racional, inauguran la primera universidad del llamado Nuevo Mundo. Están sentando las bases para la formación de una lógica de dominación que justifique el genocidio y la explotación de un sistema de exclavismo colonial. El vector de la fuerza de dominio mental da inicio a su interminable labor.
Más allá de la realidad académica surgirá también el Sermón de Montesinos el 21 de diciembre de 1511. Es la protohistoria de la Teología de la Dominación. Está dentro de la misma fuerza de dominación pero llevada a la ética. Es la confrontación del cristianismo contra la cristiandad.
La ética religiosa no llega a cuestionar al etnocidio cultural. Toda religión o rito religioso diferente al modelo católico romano será considerado como un delito identificado como herejía.
Los cuatro vectores de la dominación cultural están en pleno ejercicio de facultades. Ha llegado Hernán Cortés a México. El botín del tesoro de Moctezuma financiará la construcción de los astilleros que en sociedad con la monarquía vaticana, los estados venecianos y genoveses llevarán a España a detener el avance de los turcos otomanos en Lepanto. Europa comienza a dar sus primeros pasos para abandonar la periferia del mundo. Aquellos reinos de Castilla y León comienzan a perfilarse como un imperio.
Por Ahora nos seguimos preguntando: ¿Es posible una teoría bolivariana de la historia? En función de esa interrogante les invitamos a sintonizar el siguiente video, saludos. Nos vemos el jueves en la Escuela de Historia, hasta entonces. Eloy Reverón