Estableciendo como punto de partida la metafísica del sujeto hasta la liberación, en un diálogo que transciende la ontología, con sus reflexiones antropológicas latinoamericanas, abría brecha desde 1961, un personaje singular llamado a marcar un hito dentro del pensamiento filosófico latinoamericano que se dio el lujo de cortar el cordón umbilical con la modernidad occidental, identificada con un discurso de unidad diferenciadora de discursos y una paideia, que más allá de los simbolismos, confrontó sistemas científicos, históricos y filosóficos, en el campo de una nueva racionalidad alterna y crítica a la dialéctica de dominación.
Enrique Dussel lo hizo de la única manera que se podía hacer con éxito. La relectura de la Historia Universal que desnuda y desenmascara, con lo que él mismo ha llamado la histórica, vale decir, una lectura betaganmatizada de situaciones del pasado que permiten percibir, cómo después que los turcos cerraron el paso por Constantinopla, se comienzan a conformar los vectores de la fuerza de un poder para conquistar un mundo que ya se vislumbraba redondo e infinito, tan infinito como las ambiciones de una nueva clase social que germinaría en expansión como los granos del trigo desde Florencia.
Al caer el velo ideológico de la modernidad, esa cultura occidental terminó ubicada en nuestra realidad, en oriente. La historia universal que era realmente la historia de Europa, y ni siquiera concebida como centro del universo porque esa expresión metafísica del pensar moderno del ego cartesiano, del cogito ergo sun, encontró una piedra en el zapato de la voluntad de poder en Federico Nietzsche. Y porque no puede haber universalidad mientras no aparezca el reconocimiento del otro.
Atentamente Eloy Reverón erivem@gmail.com